El crimen perfecto

Pero yo te quiero, le dijo ella. Yo no te quiero, contestó él y sin más dió media vuelta. Cuando él hizo el ademán de avanzar hacia la puerta se escuchó un ruido muy fuerte. Un disparo. Ella le disparó. Maldita sea, hubiera pensado él de poder hacerlo. El disparo fue directo a la base de la cabeza, fulminante.

Luego ella, con la mayor tranquilidad del mundo, puso llave en la puerta y encendió la radio. Buscó una estación con música de moda. Pocas cosas hay mejores para ocultarse que la normalidad. Aparentar que nada pasó es más que suficiente en la mayoría de los casos, de cualquier forma las personas no prestan atención.

Tomó un vaso de agua. Mierda, lo maté, pensó ella mientras sentía su corazón. ¿Ahora qué mierda hago? dijo casi gritando, como reclamando al cadaver su existencia. No le faltaba razón en reclamar, aunque tal vez debiera hacerlo contra si misma y no contra el cuerpo que yacía en la puta sala. Ella de 1.60 metros y algo menos de 50 kg.  Su problema, por llamarlo de alguna manera, de casi 80 kg y sangrando. Puta sangre que no se quita, dijo.

Enrolló el cuerpo en la alfombra, apagó la radio, cerró las persianas y se sentó sobre el bulto cuerpo-alfombra. No tenía amigos, no lo suficientemente cercanos para pedir ayuda. ¿Qué tal si los hago venir, los pendejos se espantan y luego tengo 2 problemas? pensó. Quitó el arreglo Zen, que ella le había comprado en la feria hace dos semanas, de la mesa de centro y subió el bulto en esta, no sin esfuerzo, mientras agradecía el puta gusto minimalista del finado. La mesita era apenas una tabla de madera sobre dos troncos con rueditas, casi aposta para el trabajo.

Movió el cadaver al baño y allí le hizo dos cortes en la parte de atrás de los tobillos, como había visto en aquella película de mafiosos. Se sentó a reflexionar en la taza. Repasó todas aquellas formas que le venían a la cabeza para disponer de menudo problema. No podía quemarlo, era un departamento. No podía deshacerlo en sosa, no tenía sosa y no estaba como para andar llamando la atención de algún vecino. No podía sacar el cuerpo. Fue entonces cuando recordó el triturador de basura del que él se sentía tan orgulloso. Puta triturador. Se sentó sobre el cuerpo en un intento de acelerar la salida de la sangre.

Cortó una de las manos y la arrojó al triturador, para probar. Y funcionó. Cortó entonces poco a poco pedazos del cadaver y alimentó con ellos al triturador, que devolvía a su vez una pasta amorfa, muy a proposito del desagüe del baño. Así, lentamente, él se fue al excusado. Ella rió al pensar en la ironía de eso, tantas y tantas veces había mandado a la mierda a este españolito de mierda. Cuando terminó limpió el triturador con agua oxigenada, así como el baño y luego a si misma. Cerró la casa, tomó el auto y avanzó un par de cuadras para dejarlo junto a un lote baldió y caminó. Ese mismo día tomó un vuelo hacia su país natal, Venezuela o Colombia tal vez. El crimen perfecto.

-No mames Juárez, el mundo no es una pinche serie gringa. A este pobre pendejo que buscamos lo levantaron unos culeros, sin más, y ya. No va a aparecer. Buscamos para que la familia no chingue, pero ya todos sabemos lo que pasó.

-Pues sí, pero déjame soñar ojete. Algunos todavía creemos.

-Pendejo.

 

 

Acerca de José Manuel

I'm from Mexico and currently in a PhD program in the University of Oviedo, in Spain.
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